domingo, 2 de noviembre de 2008

Secuencia optica


Cada ciclo programado por mis instintos vacios
Se camufla entre diálogos y morfemas modelos,
Cerillas de microfilm y fotografías polaroid.

Un leve acorde de óxido olvidado
El beat de una maquina casi desierta
Iniciando una transmisión
De Caricias ópticas y lágrimas clandestinas.

En la rutina del cementerio,
Entre el oxido y el moho de la podredumbre,
Una chispa de energía encendió la tormenta.
Unos ojos rompieron el velorio.

Tú Secuencia Óptica
Enciende Mi Sistema Cardiovascular Central.
Esas miradas esquivas activan en mí
Sentimientos y emociones de verdad.

Entre interferencias oníricas, unos latidos,
En el océano de la indiferencia,
Se escucharon.

No hay explicación para tal anhelo
La racionalidad es un error que cometo.
Porque tú eres la racionalidad que deseo
Y Vehemente aprecio.

Tu visión es un error de codificación
Que dé-sistematiza todos mis procesos
Despierta sentimientos
Y que me permite seguir viviendo.

jueves, 10 de julio de 2008

Claustro - Carta


Te escribo desde un rincón oscuro, lejos de la luz; te escribo desde un claustro, lejos de la sociedad; te escribo desde una prisión, lejos de la libertad; te escribo desde mi sufrimiento interior, lejos de vos. Las palabras que aquí se enfatizan no son más que reminiscencias de gritos que aun siguen haciendo eco en las húmedas paredes. Lejos esta aquel espejismo llamado civilización, del cual aun me alimento como un alma en pena dispuesto a abordar el cuerpo de inocentes para seguir deambulando por el mundo que no le corresponde. Pero no son cadenas las que me atan a este calabozo, ni esposas, ni mucho menos barrotes, son esas pequeñas almas dentro de mí que a modo de condena no me dejan marcharme de este oscuro rincón al cual he sido llevado consiente y con mi aprobación. Pero no os asustéis que mi letra, pese a tener sangre en su tinta, no está condenada para siempre a la muerte ciega de luz, sino que, a modo de destello de estrella fugaz, tiene una pequeña rendija, por donde el fresco aire del exterior entra a acompañarme todos los días, también por ella entra la tan preciada luz, que aunque le resulte indiferente, sin importancia o aburrido, me alimenta la mayoría de días con su nutrida ráfaga de destellos, que aunque resulten perdidos, me permiten seguir viviendo. Igual debo de admitir que sin el aire yo no podría vivir, pero sin la luz yo si lo podría hacer, aunque esto signifique una horrible vida vacía y fotofobica a la fuerza. 
La única voz que me reconforta es la del viento que de lejanos parajes me trae para no olvidar jamás que en un tiempo yo también forme parte de ese afuera lleno de felicidad y alegría. En esos momentos es cuando una sonrisa y un calor llenan mi rincón. 
Pero la tormenta que cada tanto, aleatoriamente visita mi prisión, revoluciona con sus flashes de luz repentina a mis almas que al unisonó y en conjunto disfrutan y se aterrorizan de los estruendos y de la fría agua que moja sus pesadas cadenas, derruyéndolas y corroyéndolas a tal punto de romperlas y liberando de este modo la libertad que tanto anhelan y que yo no les permito alcanzar. La tormenta que tanto golpea la pared, lastima, que tiene un nombre raCional.
Parece, que el lugar desde el cual te estoy escribiendo, está por debajo, o muy cerca de las vías de un tren, porque cada determinado tiempo, que aun no he logrado descifrar, pasa, haciendo temblar toda mi cueva, a tal punto de que pareciera de que ciertos trenes la pueden destruir por completo, pero eso no ha sucedido aun. He podido darme cuenta que hay diferentes tipos de trenes, algunos llevan personas en su interior, a modo de pasajeros, otros llevan cargas que pesan mucho, provocando rajaduras en mi claustro, a veces solo pasan locomotoras que con su canto tan característico me engañan haciéndome creer que llevan infinitos vagones, cuando solo recorren su camino solitariamente. Pero, muy rara vez, hay un tren, que desde la pequeña rendija, que a modo de ojos me permite ver lo que en el exterior sucede, no puedo apartar la vista de tan bello tren, con su fachada de plata refleja toda la belleza del mundo al cual no tengo permitido tocar. Este tren, generalmente, solo pasa de noche, y lo que me avisa de su paso es la luz con la que va iluminando su porvenir y que va segregando, a modo de centellas, por todo mi rincón, llenando de luz todos los rincones que en mi celda puedan existir. Lástima que luego de su paso, solo el vacio es mi acompañante.
En la noche, mi única opción de disfrute es ver las estrellas, que en total contraste con mi oscura condena, compartimos la oscuridad de un ambiente. Esos puntos de luz de ilimitada oferta me custodian mientras me duermo, pero en los últimos tiempos, una estrella, que brilla más que las demás me ha estado regalando un insomnio que no me permite dormir, pero si soñar. Siempre me acompañan a dormir esas luces borrosas del cielo.
No he escrito mucho, pero sin embargo podría seguir durante horas, ya que solo el vacio silente me acompaña en este claustro lejos de la luz, de tú luz… las palabras, a manera de cascadas fluyen inundándome de las tan necesitadas palabras que no surgieron en el momento de defenderme y en que solo acepte la condena.
Puede que esto no se entienda, sea ignorado, sea por demás aborrecido, o no sea nada. No importa, porque esta carta la escribo para todo aquel que le interese saber cómo es vivir en una celda condenado, por propia voluntad, a descansar en la penumbra marginal. Igual, en los ojos que se reflejen estas letras, si estuvieran los tuyos, ya sabría que valió la pena escribir una poesía con sabor a narración.
PD: No estoy atado a mi condena, en cualquier momento puedo salir, vivir a la luz del día, mientras respiro el aire fresco y siento el viento corretear a mi alrededor, puedo sentir la lluvia e iluminarme con la luz de los relámpagos tormentosos, puedo ir y abordar ese tren tan refinado, puedo quedarme dormido mientras disfruto las estrellas junto a ti.

miércoles, 18 de junio de 2008

El cielo trasnochado, estocástico y segundero tenía en su firmamento una inmensa bola de cristal, la luna, que con su macilenta luz afligía las calles del suburbano paisaje de aquel vulgar habitad de civilización. Poseía un color de oxidado plateado, se vanagloriaba de su gigante presentación, en el circuncidado cielo ameno de aquella trillada noche.
Las horas se perdían en la metropolitana inconsciencia, ya eran más de las que podría el ciudadano caminar en los aguados asfaltos, solo a estas horas se escuchan lejanos y arrepentidos murmullos, que se dispersan entre las calles, las grandes edificaciones, las casas comunes y los pequeños restos del verde post natural. Pero incluso entre los restos de una lejana promesa de progreso, se puede vivir, aunque sea un reto hacerlo, hay gente que lo hace. La ciudad no es fácil de escalar, mucho menos una de esta características, olvidada, retrasada, sucia, marginal…
Ni una nube obtura la luz de la luna y las estrellas, es una bella comparación el espacio exterior y la ciudad en la oscuridad. Lástima, que no solo en la primera hay meteoritos y demás cuerpos violentos dispuestos a colisionar contra los pequeños restos de vida que en el confín atemporal se camuflan.
Ciegos espejismos con forma de haz de luz se mueven por las calles azules, en su sonido sordo se esconde un sintético sentimiento a nada, si solo esas ruedas mudas pudieran hablar, las historias que podrían narrar, pues en sus venas de caucho la sangre ciudadana se derrama diariamente, como la pequeña anécdota rutinaria que hoy en su rugir sustancial me trajo, en forma de dióxido toxico como el propio humano.
En fin, en esta misántropa metrópolis hay muchas historias, pero ni siendo una maquina destinada a escribir día y noche, podría yo narrar las que suceden diariamente, solo puedo indizar unos hechos que transcurren en ese olvidado paraje que está a la vista de todos. Como el que comentare ahora.
Unas luces borrosas por la prisa se movían cíclicas por la calle, iluminando el camino de retorno de hacia la casa de Ella, entre miradas de reojo a la fachada de la calle, sus pensamientos se tranquilizaban, porque el viaje ya acababa, era lo que pensaba, mientras se fijaba el reloj, eran la una de la madrugada.
En el reino de la calle el silencio, es el Rey, y la soledad, la reina, solo a lo lejos se escuchaban esos suspiros metálicos de los autos andar, girar, frenar, ese corcel de metal y ruedas, que eructa nubes de lluvia mortal, siempre se escuchan correr como la BSO de un film de interminable secuencia. El asfalto formaba un dúo musical con los tacones, producían un sonido percusionista, minimalista en su forma de ser y dramático en su estética kitsch, la esencia de la música era el trémulo escalofrió que le producía a su dueña.
Era una joven de simple vida, no soñaba con sueños de imposible calibre, ni tampoco, perdió esa esperanza de poder vivir una vida diferente. Creció en ese barrio, donde compartió amistad y niñez. Todo lo que tenia se lo había ganado con ese barrio como escenario. Ella vivía en una zona marginal, en una ciudad olvidada, la cual solo es custodiada por la inmensa luna que hoy la iluminaba. Pero en su recuerdo todavía esta aquella niña que no vivió en la crisis que hoy la atormentaba, pero mientras esa niña crecía, el ambiente actual del cual tanto reniega fue creciendo, vio como se transformo en lo que es. De niña ese infierno no existía, la crisis todavía no se mostraba a sus ojos dormidos aun en la inocencia infantil. Pero fue la pobreza, el miedo, el desinterés por el progreso, fue por el camino difícil, fue por muchas cosas más, que hoy el barrio es como es, todo contribuyo a hacer lo que hoy es.
Miraba los edificios grises, derruidos y destruidos, caminaba mientras por sus ojos el reflejo de los bellos momentos que vivió en aquellos lugares, se reflejaba acompañado por el destino contingente que la deslumbraba cada día mas ¿Qué tan bajo puede caer este mundo?
Esos edificios, quizás en su niñez, habían sido comercios, donde se divertía, donde jugaba con sus amigas a la inocencia que tanto hacia falta en ese barrio marginal. Ahora el silente resguardo del olvido no la abrazaba, hace tiempo que sus recuerdos no se veían tan naturales y claros como hoy lo hacían.
Su caminar debió tomar un giro, en dirección directa a la luna, que gigante vigilaba sus pasos, como lo hacia todas las noches. Su marcha era rutinaria y pesada, como siempre. En La calle de asfalto la irregularidad del suelo se fue volviendo cada vez más extrema, hasta que la tierra tomo su poder, ahí comenzaba el camino de tierra, rodeado de oscuridad y miseria.
Desde niña le inculcaron pensamientos religiosos, basados en la fe y esperanza de que un día, aquel personaje tan heroico y místico volverá, salvando con este retorno a los fieles creyentes, que en su corazón le dieron un espacio. Lástima que la mayoría nunca pensó en utilizar ese pequeño espacio más que para tenerlo y ni siquiera profesar sus ideales. Pero la fuerza de la fe mueve montañas y mares, y hoy movía a una joven mujer que en su concepción de salvación solo se encuentra el poder salir de ese laberinto mísero en buenos principios.
Mientras cruzaba a por una esquina observaba con la mirada fija a la virgen que se encontraba en un pequeño altar, se pregunto a sí misma cuándo se equivoco, cuándo se abandono, cuándo dejo de creer y de crecer.
Faltaba poco, solo 2 cuadras para llegar a su casa, cuando un ruido que pretendía ser normal desafino en su nota usual, era un vehículo, que como el Golem moderno que es, iba chillando notas inentendibles, pero que al fin y al cabo hacían temblar la medula espinal de todo mortal que llegara a escucharlo. Su conducción era inestable, el vaivén del mismo resultaba en un espectáculo que varios ojos escondidos disfrutaron. Estaba segura que quien lo conducía estaba borracho, no se equivoco su conductor rebosaba de ese manjar tan vulgar llamado alcohol. Era algo normal que sucediese eso, pero incluso a la luna inmensa le sorprendió aquel suceso.
Acelero el paso, pero fue inútil, el auto giraba en su dirección, en la esquina de la virgen María.
El vehículo, oxidado, destruido y hecho mierda circulaba con la irregularidad de cualquier asesino sobre ruedas común. Iba bastante rápido para lo que cualquiera pensaría para tal basura. Ella debió de correrse bruscamente de la calle o la atropellaba. El auto continuo su marcha, pero no por mucho tramo, a la cuadra y medio freno y dio marcha atrás. En el auto iban dos hombres, los dos borrachos y salvajes como es de suponerse. Ella no se lo esperaba…
Los hombres con una mueca bestial emanaban un pestilente olor a alcohol, borrachos a más no poder, le empezaron a decirle, insinuarle y proponerle cosas en su estado más patético, pero ella estaba en desventaja, y lo único que podía hacer era ignorar lo imposible de ignorar, caminar más rápido, incluso correr. Pero no, ellos eran dos.
Cuando menos se lo espero, y en medio de la confusión producto de los nervios, le tiraron el auto encima, bajaron, la agarraron, ella gritaba, golpeaba, e intentaba soltarse. Ella no se lo esperaba. Los hombres la llevaron por el campo, la empujaron al suelo con una brutalidad característica de un animal bestial, la golpearon a patadas. Ella gritaba, pero nadie la escuchaba. La volvieron a levantar, mientras lloraba, por los pelos la arrastraron hasta uno de esos edificios abandonados. Y la violaron. Primero uno, luego el otro.
Los gritos, fueron difíciles de no oír, pero en esa zona la rutina era lo criminal, todos la oyeron suplicar, pero nadie se digno a ayudar, pues hoy era ella, pero mañana era aquel que hablara.
Mientras uno la tenia y golpeaba, el otro la violaba como un animal sediento de lujuria, los gemidos del placer enfermo inundaban el oscuro rincón donde la mujer suplicaba por su vida. Una vida que no había deseado, una vida que vio como la maltrato una y otra vez, y como en aquel instante, introducía en su cuerpo el repugnante esperma de un iracundo borracho.
Sufrió toda su vida, intento crecer, intento irse, pero el camino no la dejo, parece que los espejismos de aquel desierto la desorientaron, y la mandaron en vez de al oasis deseado, a un infierno peor que la muerte, donde los demonios la torturan un instante que dura que por siempre, y donde los demonios no son más que hombres que algún momento fueron humanos.
Sus sueños de niña, terminaban aquella madrugada, su esperanza y fe también. Su vida acababa entre semen, transpiración y orina.
Al terminar su mefistofélica labor los hombres se fueron, como si se tratase solamente de una mísera caricia en el cuerpo de las putas que comúnmente consumían. Ella quedo tiesa mirando el cielo, la luna gigante e inmensa la iluminaba, intentaba tal vez llegar a dar esa luz llamada vida que le arrebataron aquellos hombres. Entre sus ropas rotas y sucias que se encontraban alrededor había un aire sabor a muerte, su mirada fija estaba enfocada en lo difícil que le fue crecer en ese barrio, y hoy le tocaba sentir lo animal de lo civilizado, le tocaba arrastrarse una vez más entre su complicada vida. Siempre sufrió, siempre le toco lo peor, es el problema de haber nacido en el lugar equivocado…
La inmensa luna se retiro en un cielo enmarañado de nebulosas que velaban aquel joven cuerpo que yacía muerto en un suelo roto, olvidado, perdido, miserable, muerto, desdichado, marginado, infeliz.
La pobre alma de aquella joven se despedía, su deseo de irse de ese lugar, tal vez ya había sido cumplido.

sábado, 31 de mayo de 2008

Viaje A Una Mirada Vacía

Venia del cementerio con unas lagrimas secas en mi mejilla, ascendí al colectivo, nada raro había en ello, era un habito común que todos los días hacia. Puse las monedas en la maquina, saque el boleto, tome el vuelto y me dirigí hacia el fondo. Y como dije anteriormente nada raro había en ello, si no fuese porque esta vez estaban esos ojos…

Perplejo quede ante tal muestra de sentimientos, esos ojos estaban cargados de una imagen penosa, de decaimiento, de pesadumbre, de tristeza, de dolor, esos ojos me dejaron asombrado, confundido y mi viaje quedo desafinado de su rutina común.

 Llevaba en sus manos, por irónico y ridículo que quede, un oso de peluche blanco, lo aferraba como la niña que en algún momento fue, y que ahora desapareció. De lo poco que recuerdo de la ropa sé que era blanca y con flores de azulado matiz.

Estaba sentada en un asiento para uno solo, era el anteúltimo, yo me senté en el último, ella siguió viendo la nada que se reflejaba en el vidrio de la ventana.

Me era extraño, siempre que la veía, ella tenía esa mirada tan susceptible y tan cargada de sentimientos. Sé que sufría, se que algo la lastimaba, tal vez su vida fuese un calvario, una atrición.

No sé si ella siquiera sabrá lo que en mi despertó, igual, convengamos que mucho no me interesa. Era un día soleado y despejado de verano, pero como en esas tormentas de estío, los nubarrones de negra aflicción aparecieron en el horizonte de manera espontanea, y desencadenaron una tempestad de melancolía que atesto aquel colectivo.

El viaje fue corto, y sin distracción, mi atención estaba fija en aquella mujer.

Cuando se levanto para descender del vehículo, lo vi en sus ojos, las lagrimas de una vida no deseada, llena de defraudaciones, sufrimientos, trastornos, complejas ataduras, unos ojos oscuros llenos de pena e infelicidad, la angustia era lo que emanaba en forma de aura esos ojos vacios.

Cuando bajamos, (yo vivo en el mismo barrio que ella), el silencio se vio camuflado por el andar de los autos, intento no chocar una vista conmigo, pero no pudo, mis ojos curiosos intentaron sacarle una palabra, en vano.

Sé que su vida es dura, sé que me lleva varios años, que nunca me llamo la atención, y que al fin y al cabo me produce cierto asco, hay algo en ella que siempre me impacto, y son esos ojos tan expresivos que me parten el alma, porque detrás de esa mirada penosa hay una historia, una triste y melancólica vida.

Llego hasta su casa e ingreso sin ver para atrás, cerró esa puerta oxidada con fuerza, y yo me quede pensando mientras giraba por la esquina hacia mi casa.

Desde aquel día, hace ya más de un año, quizá dos, sinceramente no lo sé, la he visto muy poco y siempre con la misma mirada, no sé nada de ella, nada, tal vez yo esté equivocado y no sea una mujer triste, sino todo lo contrario, tal vez le gusta su vida, tal vez no reniega con la misma, tal vez se divierte sobradamente, tal vez si sé bastante de ella… o por lo menos lo necesario, porque al fin y al cabo solo sé que cobra $40 la hora.

sábado, 24 de mayo de 2008

Oda A Tu Belleza




Entre los cipreses y arboles de la lejana
Arboleda campirana
Un susurro se hace eco
 Rompiendo la puerta del silencio
El viento me ha contado,
Y el rumor se ha esparcido,
De que, él me ha dicho,
Que entre sus manos ha tenido
Un cabello apacible, castaño y azucarado
Que ha sentido un cuerpo caprichoso
De fisonomía inocente,
Que Ha visto la belleza, coqueta y tierna
De una niña de delicadas manos
Y rostro floreado.
Él me ha dicho
Que entre sus labios, sensibles y frágiles,
Como una rosa de cristal,
Él no ha podido pasar
Un suspiro suyo le hizo el rumbo cambiar
Y no ha podido besar tan finos labios al pasar
Es una joven de nombre repetido en mi mente
Yo también he caído ante la trampa de su preciosidad,
Una tristeza virgen.
De sonrisa acuarelada
Y al igual el viento me resguardo
Entre los árboles y escondido disfruto
Al verte con una sonrisa de celeste matinal.
Joven de belleza divina,
a tu belleza es esta poesía.

martes, 29 de abril de 2008

Nadie


Unas hojas caían en ese otoño imprevisto, el mar golpeaba taciturno las costas de esa mañana nublada, a la lejanía el oscuro cielo premeditaba una tormenta. No había gente, no había ruido, más que el inapreciable rugir del viento que surcaba por los arboles, pinos y palmeras del lugar. No había nadie. Ningún animal exclamaba algo. El silencio había tomado el poder de aquella mañana de otoño. Nadie más que ella apreciaba las mefistofélicas aguas agitadas por el viento.
 us pasos no se oían, sus murmullos se perdían en la brisa matutina, unas lágrimas se confundían con las pequeñas gotas de lluvia que imperceptibles caían en forma de llovizna. Nadie la veía, nadie la entendía, nadie la ayudaría.
 u largo vestido opaco de tanto dolor, no parecía discrepar con el destino que ella se quería crear. Sus cabellos, ellos sí pedían ayuda por eso mismo, a manera de huelga revoloteaban y la no dejaban ver el mar.
 us pies tocaron la arena helada, dio un último suspiro, como si intentando con este hacer que alguien la escuche, que alguien la entienda, que alguien la ayude, era un grito de los más fuertes, su ultimo pedido de ayuda.
 l mar la esperaba con una mueca diabólica, esté intentaba no hacerla dudar en su decisión, la tentación tenía que cumplirse.
 us pies pálidos tocaron el agua, el mar no había esperado, ya había lanzado sus garras. Camino la joven por ese sendero mas enmarañado que la peor de las selvas. Diría mientras veía la ciudad vacilante, un último adiós con una sonrisa infantil, se despedía.
Nadie la vio, nadie se entero, nadie lo sintió, nadie sufrió, todo siguió igual.

domingo, 6 de abril de 2008


He disfrutado tanto el silencio que me he olvidado como se debe de hablar.

miércoles, 2 de abril de 2008

Miro por la ventana el mundo gris monótono parecía no haberse tocado, como si no hubiese sucedido nada. Como un flash que no brillo, su actuación parecía no haber servido. El silencio del ruido producido por esas miles de almas caminantes de un mundo aturdido, eran sordos al no poder escuchar su grito. Había intentado hablar pero no pudo, gritos fue lo único que se oyó, pero la pintura estaba seca ya, no se movió ni lo más mínimo. Pero siguió pidiendo auxilio, ayuda para no cometer un error, lo siguió gritando, incluso luego de haber cometido el error. Pero a ese mundo no le importo, ni lo más mínimo.
Todos los recuerdos volvieron, tal vez para darle la despedida, o para ocultar que lo que estaba viendo por la ventana, cada vez se iba haciendo más borroso, menos nítido y esos colores tenían cada vez menos saturación, se volvían grises brillosos y morían en un negro final. El mundo seguía igual

jueves, 20 de marzo de 2008

Cuando




Cuando el amor no es mutuo.
Cuando esas garras de la depresión se aferran a ti.
Cuando tus socorros no son escuchados.
Cuando una gota del cielo te ahoga.
Cuando sufres por sufrir.
Cuando no hay respuesta más que la huida.
Cuando un camino de simple consistencia se vuelve fatigado.
Cuando el mañana parece que no vendrá.
Cuando en unas risas se oculta un vacio.
Cuando soltar la mano parece imposible.
Cuando el peso no permite levantar las alas y volar.
Cuando el solitario frio queme más que una eternidad en el desierto.
Cuando me canse de escribir.
Cuando me vea en el espejo y no vea nadie.
Cuando de mi no se libera ningún haz de esperanza.
Recordare la palabra que nunca me dijiste,
Adiós…
Y la diré.